La construcción del tren-tranvía que unirá las ciudades de Cádiz y Chiclana conllevó durante varios años la reforma integral de la Calle Real de San Fernando, dando lugar a múltiples hallazgos arqueológicos a lo largo de buena parte de su casco urbano. Entre ellos destaca la localización y excavación de un horno púnico y de varios testares situados en sus cercanías, que han permitido identificar un área alfarera -hasta entonces inédita- activa al menos entre los siglos V y III a.C. Las zanjas y el pequeño sondeo excavado han permitido explorar sin embargo sólo una pequeña parte de estos talleres púnicos, pues se presume que las estructuras se extienden tanto hacia la propia calle como hacia los solares (números 208 a 212 de la Calle Real) y el callejón (Diputado Ciscar) adyacentes.
El horno excavado encuentra claros paralelos tipológicos en los de la fase tardoarcaica de Camposoto, al menos en su diseño original, ya que se trata de un caso excepcional no sólo por su buen estado de conservación sino por la reutilización llevada a cabo en época púnica tardía. En un primer momento, seguramente a inicios del siglo V o algo antes, se construyó un horno con cámara circular de unos 3 metros de diámetro interior, rodeada por un sólido muro de adobes de en torno a 1 metro de anchura. Un pequeño corredor de alimentación conectaba la cámara de combustión subterránea con una fosa situada junto al horno, que como en Camposoto puede identificarse como un área de trabajo ligada a la quema del combustible y la limpieza del horno. La parrilla original debió estar hecha con adobes y arcilla, sobre formero lígneo, aunque no se conservan rastros de ella, y tampoco conocemos detalles sobre el posible pilar de sostén. Se trataría por tanto de un horno similar en dimensiones y concepción tecnológica que los hornos 1 y 2 de Camposoto, por lo que no podemos descartar que alrededor de la fosa de trabajo pudieran haberse ubicado más hornos de menor tamaño. De esta fase se conservan materiales cerámicos dispersos tanto en el interior del horno como en la fosa exterior, predominando las ánforas de transporte del grupo T-11210, que debieron ser el principal producto de estos hornos, relacionados con el abastecimiento de la floreciente industria conservera de la época.
La vida del taller probablemente se vio interrumpida en algún momento del siglo IV a.C., pero el horno y la fosa debieron quedar visibles durante los momentos de cese de la actividad, en el marco de una crisis generalizada de las exportaciones de la salazón. Aunque no podemos precisar el momento de reactivación del uso de la estructura y su entorno, con seguridad el horno estuvo en funcionamiento en el último tercio del siglo III a.C., lo que dejó una huella significativa tanto en relación a la reforma de su planta y arquitectura interna como a los materiales asociados a la definitiva amortización y abandono del sector. En esta etapa final el horno fue rediseñado acorde a los estándares tipológicos y tecnológicos del momento, es decir, evolucionando hacia un diseño en planta con una cámara de tendencia oval más reducida asociada a un largo corredor que de nuevo parece que se orientó hacia la fosa utilizada en la fase púnica anterior. Este cambio en las dimensiones y morfología se logró fundamentalmente adosando un murete o forro de adobe y arcilla a la parte trasera de la cámara, y asimismo renovando completamente el sistema de soporte (columna) y la propia parrilla. La cámara de combustión no pudo ser excavada debido precisamente al buen estado de conservación del suelo perforado, construido a partir de un armazón de adobes plano-conversos en barra, dispuestas tanto radialmente como de manera transversal entre los radios principales. Estas barras estaban trabadas con arcilla a la pared y entre sí, dejando numerosos huecos de tamaño regular para el paso del calor hacia el laboratorio. La transformación del horno tardoarcaico en esta nueva estructura más pequeña (en vez de una reutilización directa) cobra sentido desde una perspectiva funcional si consideramos que era necesario entonces producir nuevas formas de ánforas que no existían en el siglo V a.C., más estilizadas y apilables.
Se trata de un proceso de readaptación casi calcado al observado para el horno 2 de Camposoto, y que debió ser frecuente en el marco de instalaciones tan austeras como las alfarerías púnicas de Gadir. La producción de este horno púnico tardío del siglo III a.C. debió estar de nuevo centrada en las ánforas (T-12110, T-8211, T-9111, imitaciones de grecoitálicas), pero también participó de la producción de cerámicas de barniz rojo “tipo Kuass”, de cerámicas comunes, etc. La presencia en el lugar de fragmentos de mortero hidráulico con base de cal sugiere que alrededor de los hornos pudieron ubicarse piletas, quizá relacionadas con el tratamiento de las arcillas o con otras actividades artesanales. En definitiva, en su etapa final este taller cerámico de Calle Real sería una instalación similar a Torre Alta y otros casos más ampliamente excavados como Luis Milena, La Milagrosa, etc.