Las excavaciones preventivas realizadas en las últimas décadas en el centro histórico de Carmona han puesto al descubierto dos áreas industriales más o menos diferenciadas topográfica y cronológicamente dentro de la inmediata periferia de la ciudad. La primera se establece al norte, en torno a la actual plazuela de Lasso, junto a la vaguada formada por arroyo Albollón, y se remonta al siglo IV a.C. si no antes, perdurando al menos hasta los primeros compases de la romanización. Por su parte, el sector alfarero de la zona del Arrabal se extiende hacia el noroeste del primitivo núcleo urbano, cerca del Postigo y de la muralla de la Barbacana y al norte de la Puerta de Sevilla. En este caso parece que su puesta en funcionamiento se inicia ya en época republicana, continuando su actividad al menos hasta finales del siglo I d.C.
En el complejo alfarero de la zona del Albollón se excavaron en 1990 un total de siete hornos de planta circular y tamaño variable. Dos de ellos (hornos 3 y 6) mantenían la tradicional planta en omega, con un murete adosado al fondo de la cámara de combustión, mientras que los hornos 1, 4, 5, y posiblemente también el 2, presentaban el característico pilar central de tendencia rectangular y más o menos alargado que podemos encontrar en otros alfares del entorno, como Cerro Macareno o Itálica. El séptimo horno (numerado erróneamente como 8) solamente se pudo registrar en un perfil dejado por las máquinas al regularizar el terreno, por lo que no se llegó a excavar en extensión. En todos ellos lo único que se ha conservado ha sido la cámara inferior, realizada a partir de una fosa circular excavada en el suelo y revestida de adobes, con el acceso orientado a la vaguada del arroyo Albollón, probablemente con objeto de facilitar su carga/descarga, alimentación y limpieza. Por lo que respecta al sistema de sustentación de la parrilla, en los primeros casos esta estaría construida sobre una estructura de ladrillos de adobe superpuestos entre la pared de la cámara de combustión y el pilar central, aproximándose para formar una falsa bóveda; mientras que en tres de los hornos de pilar central se hallaron algunos restos de ladrillos de forma plano-convexa, por lo que es probable que siguieran un sistema de sustentación análogo al del horno excavado en Pajar de Artillo, mediante barras de adobe dispuestas radialmente entre la pared de la cámara de combustión y el pilar central. De las cámaras de cocción apenas quedan evidencias más allá del arranque de alguno de sus muros, que permite suponer que serían circulares y realizadas también con ladrillos de adobe. Sí se han registrado, en cambio, algunos prismas cerámicos, que se supone serían utilizados para fijar y separar los distintos recipientes en su interior. Los cinco ejemplares documentados se asimilan al “Tipo A” de la reciente clasificación realizada por Gutiérrez, Sáez y Reinoso, que correspondería a la variante más antigua, fechada entre los siglos VIII y V a.C. Parece que los hornos se agrupaban en grupos de dos: 1-2 al norte, 3-6 en el centro y 4-5 al sur, coincidiendo además con su tipología constructiva y posible cronología.
Además de las cenizas, restos de adobe y tierra, los hornos estaban amortizados por un relleno en el que abundaban los restos cerámicos, algunos de ellos con defectos claros de cocción, lo que permite confirmar la producción en estos talleres tanto de recipientes domésticos -cerámicas comunes, de mesa y almacenamiento (lebrillos sobre todo), o de cocina- como de contenedores anfóricos. Entre estas últimas destacan especialmente las producciones turdetanas: tipos Pellicer B-C (hornos 3, 4 y 6) y Pellicer D (hornos 1 y 2), así como formas púnicas como la T-8.2.1.1 (hornos 1 y 2). Los tres tipos se encuentran también fuera de contexto en otros sectores de la excavación junto con otras importaciones, tanto púnicas (T-11.2.1.5, T-9.1.1.1) como itálicas (Dressel 1B), que han permitido extender el arco cronológico para la actividad de este sector desde inicios del siglo IV hasta el primer cuarto del I a.C. Además de los ejemplares mal cocidos, los análisis de pasta efectuados sobre varios fragmentos de las distintas clases cerámicas representadas en esta excavación y su comparación con las muestras de barros obtenidas en algunas canteras tradicionales situadas en los alrededores de Carmona, han confirmado el origen local de estas producciones.
El área industrial del Arrabal se conoce gracias a las excavaciones realizadas en las últimas décadas en varios solares situados al norte de la Puerta de Sevilla que han permitido documentar un nutrido número de estructuras fornáceas asociadas en algunos casos a vertederos o a niveles de colmatación. A falta de un estudio sistemático de este sector alfarero, la información con la que contamos hasta el momento procede de los informes publicados en los correspondientes volúmenes del Anuario Arqueológico de Andalucía o de algunos detalles dados a conocer en otros estudios sobre la producción anfórica en la Carmona tardorrepublicana.
La intervención más antigua en el tiempo (1987) es la realizada en la calle Dr. Fleming 25, donde se sacó a la luz un horno de planta circular y pilar central, del que solo se conservaba la cámara de combustión, así como otras estructuras anejas. Los materiales asociados, compuestos por producciones comunes y materiales constructivos (tégulas, ímbrices, ladrillos, laterculi), algunos pasados de cocción, han permitido fechar su funcionamiento en el siglo I d.C. Pocos años después, en 1989, en la calle Montánchez 4 se identificaron dos hornos y una instalación anexa, aunque solo se pudo excavar el primero de ellos ya que las otras estructuras se extendían casi por completo bajo la casa vecina y la vía pública. El horno documentado es de planta ovalada y pilar central, con unos 3,20 m de diámetro máximo en la parrilla. El suelo de la cámara de combustión estaba cubierto por los restos del combustible de la última hornada y algunos desechos de alfar, tegulae y cerámica común, sobre todo grandes recipientes de almacenamiento, que situaron de nuevo su abandono en el siglo I d.C. En 1995 se registraron nuevas evidencias en dos solares excavados en la calle Montánchez 15 y González Parejo 10. En el primero se halló un nuevo horno de planta circular y pilar central de grandes dimensiones (casi 4 m de diámetro a la altura del a parrilla) y muy buen estado de conservación también de cronología romana altoimperial a juzgar por el material que rellenaba una fosa excavada sobre los restos abandonados del mismo: tégulas, ímbrices, cerámica común, separadores, etc. con abundantes desechos de cocción. Por su parte, en la calle González Parejo 10 no aparecieron estructuras de producción pero sí otras cuyas características y cronología han inducido a relacionarlas con la actividad alfarera.
Las dos últimas excavaciones (calles González Parejo 19A y Dr. Fleming 13-15) se encuentran aún inéditas, aunque se han publicado algunos detalles sobre las estructuras y materiales exhumados en las mismas. Se trata, en el primer caso, de dos fosas de tendencia circular excavadas en un rebaje natural en la base geológica del alcor, una de las cuales conservaba parcialmente el suelo de una cámara de combustión. Ambas estaban colmatadas con los escombros procedentes de la destrucción de los hornos y fueron amortizadas con una serie de capas de tierra y fragmentos de adobe acompañados de restos de materiales constructivos, cerámica común y ánforas, tanto de tradición turdetana (forma Pellicer D principalmente) como itálica. Ello situaría este primer momento de uso industrial en torno al siglo I a.C. El ultimo nivel de amortización, que sirve de base a la siguiente fase de actividad alfarera, está formado por una potente capa de vertidos con abundantes materiales constructivos y cerámicos, ya de cronología altoimperial, aunque comparecen también algunas producciones tardorrepublicanas, especialmente ánforas de tipología ovoide, que se pueden poner en relación con la etapa anterior. Por su parte, el alfar de la calle Dr. Fleming está formado por cuatro hornos, de los que se excavaron completamente dos, también de planta circular y pilar central, aunque de tamaño y complejidad constructiva variable. Los materiales asociados a la construcción y amortización de estas estructuras permiten fechar su periodo de actividad entre inicios de época Julio-Claudia y época Flavia avanzada. Estos hornos se superponían a una serie de vertidos de alfar correspondientes a una fase de producción anterior, no identificada en el solar pero bastante elocuente a partir de los materiales contenidos en estos depósitos. Estos están compuestos principalmente por cerámicas comunes, tanto de tradición turdetana como itálica, así como ánforas de los tipos Pellicer D y Haltern 70, en muchos casos con defectos de cocción, y otras producciones de cocina y mesa que se pueden fechar en la segunda mitad del siglo I a.C. y más concretamente en época en época inmediatamente preaugustea o, más bien, ya augustea temprana (30-10 a.C.). El interés de estos contextos reside no sólo en la constatación de la producción, en el mismo lugar y cronología, de ánforas turdetanas junto con formas ya romanizadas, como las primeras Haltern 70, sino sobre todo en la posibilidad de rastrear con detalle el proceso de romanización de las cerámicas locales de este sector del Guadalquivir.